Decir de la mejor manera lo que se quiere comunicar



El porqué de usar por qué o porque

Por qué:

El pronombre interrogativo qué va con tilde y separado de la preposición. Se utiliza en oraciones enfáticas, directas o indirectas. Por ejemplo:

¿Por qué hacer siempre el mismo camino?

¡Por qué habrá hecho eso!

Ya sabés por qué no pudo llegar a horario.

Porqué:
Aquí se escribe todo junto y con tilde, la palabra cumple la función del sustantivo. Veamos:

Nunca sabrá el porqué de mi renuncia.

En este caso la palabra admite su uso en plural:

Me gustaría conocer los porqués de su enojo.

Porque:
Este es el tercer caso, cuando esta palabra no lleva tilde. Aquí estamos en presencia de una conjunción casual.

No salió el avión porque hay paro en el aeropuerto.

Aunque existe un uso excepcional, que encontramos cuando por hace las veces de para. En este caso se debe escribir por separado. Este uso no es muy frecuente, pero veamos algunos ejemplos:

Hizo lo posible por que eso no sucediera.

Ruego por que tenga éxito en su examen final.

El día que Matt Damon volvió a ser un tubérculo

Como vemos en la imagen que acompaña esta breve nota, o Matt se transformó en un tubérculo o le dieron un papel para hacer del Máximo Pontífice de la Iglesia católica.
La reciente noticia que anuncia que el joven actor fue papá por tercera vez carga con un titular confuso. Es muy común que las palabras escritas en mayúsculas corridas no se acentúen, pero esto es un error que conduce a malas interpretaciones.
Para evitar esta ambigüedad la Real Academia Española recomienda:

“Las letras mayúsculas, tanto si se trata de iniciales como si se integran en una palabra escrita enteramente en mayúsculas, deben llevar tilde si así les corresponde según las reglas de acentuación: Ángel, PROHIBIDO PISAR EL CÉSPED. No se acentúan, sin embargo, las mayúsculas que forman parte de las siglas”.

Todo lo contrario

Pasé por el súper del barrio y cuando iba a pagar, ahí, justo al ladito de la caja, aparecieron en mi campo visual las gloriosa barritas de semillas “Trébol”. Comencé a elegir entre la exquisita variedad de gustos que estas tienen pero, de repente, algo desvió mi mirada y me encontré con esto:


Me dije: ¿qué es lo que está mal? ¿No es obvio lo que está mal? ¿No detectan cierta contradicción en el texto? Pensemos que si la anemia es el “empobrecimiento de la sangre por disminución de su cantidad total…” (fuente: RAE), mejorar una afección de este tipo… ¿no es acaso contradictorio?
Decir en su lugar: “Contra la anemia”, creo que hubiera dejado más claro aún lo sanas y nutritivas que son estas barritas, además de riquísimas. Obvio que no les creo a los fabricantes cuando detallan entre sus beneficios que “mejora la anemia”, sino todo lo contrario, y te las recomiendo…

Conque – con que – con qué

Estas palabras, juntas o separadas, tienen diferente sentido de acuerdo a la función que cumplan. Veámoslo en tres ejemplos.

En el primer caso nos encontramos con una conjunción:

El cartel indica que manejes con precaución, conque mucho cuidado.

En esta oración “conque” cumple la función de una conjunción consecutiva, es un equivalente a decir “así que” o “por lo tanto”.

En el segundo caso, encontramos que las palabras separadas cumplen otra función:

Lo amenazó con <que no volvería más>.

Que” actúa como un pronombre subordinante y la preposición “con” introduce el término. Podríamos reemplazar la subordinada “que no volvería más” simplemente por “eso”.

En el último, es necesario agregar la tilde porque se trata de oraciones interrogativas.

¿Con qué me vas a agasajar?

Decime con qué te gustaría comer las milanesas.

Aquí, en ambos casos encontramos la preposición “con” y el pronombre interrogativo “qué” ―que va con tilde―, en el primer ejemplo como interrogación directa y en el segundo como indirecta.

Ponele un poco de carancafú

crancafú. Voz onomatopéyica que utilizaban los músicos afroargentinos para denotar que una página estética se hallaba bien lograda, que su ritmo era ágil y el más adecuado a su tempo. En tales casos se expresaba: “Esto tiene mucho carancafú”, como en la música afroestadounidense se diría: “Tiene mucho swing” y en la brasileña “mucha bossa”.

Nestor Ortíz Oderigo, “Sobre africanismos”, en el diario El mundo, 1957

En búsqueda del corrector hermafrodita

El diccionario de la Real Academia Española define la palabra hermafrodita así:

hermafrodita. (Del fr. hermaphrodite).
1. adj. Que tiene los dos sexos.
2. adj. Dicho de una persona: Con tejido testicular y ovárico en sus gónadas, lo cual origina anomalías somáticas que le dan la apariencia de reunir ambos sexos (acepción usada también como sustantivo).

Mirando los clasificados del día encontramos la “perla” que ilustra este comentario. Según lo que dicta este aviso publicado en un conocido sitio web, una agencia busca un corrector y solicita en su aviso un requisito bastante inusual, dice literalmente: “Nos orientamos hacia una persona de ambos sexos”, lo cual se entiende como la búsqueda de una persona hermafrodita.
Estamos seguros de que no quisieron decir esto, sino algo como: nuestra búsqueda está orientada a personas de ambos sexos, donde se entiende que el pedido está orientado tanto a hombres como a mujeres.

Sobre el sustantivo común

Hoy, mientras veía una entrevista realizada a un famoso productor de comedias musicales, escuché que este mencionaba la palabra "adolescenta". Acto seguido comencé a reflexionar acerca de lo común (y tentador) que puede ser cambiar la desinencia a ciertos sustantivos invariables. Así podría decir "estudianta", "dentisto", o "testiga". Para aclarar esto un poco, vamos a señalar las particularidades de los sustantivos de género común y oposición mediante el artículo.

Podemos encontrar sustantivos comunes terminados en:

–ante y –ente: estudiante, comerciante, adolescente, paciente, etcétera

–ista: dentista, pianista, contratista, oficinista, protagonista, etcétera.
(Aclaramos que la RAE acepta la variante modista-modisto).

–iatra: foniatra, psiquiatra, etcétera.

La diferencia de género se establece mediante el determinante o el adjetivo que acompañe a este sustantivo invariable. Por ejemplo:

La o el dentista
El o la cineasta
El o la estudiante

Buen/buena dentista
Cineasta creativa/creativo
Estudiante desinteresado/desinteresada

También existen sustantivos comunes en cuanto al género que no tienen estas terminaciones. Entre ellos podemos mencionar:
criminal, cónyuge, intérprete, suicida, testigo, autodidacta... (Y sigue la lista; tarea para el hogar).

¿Qué es la refrescancia?

Dando una vuelta por un kiosco amigo podemos encontrarnos con un nuevo vocablo (o por lo menos uno que yo no conocía, y que la Real Academia tampoco): “refrescancia”.
Según los publicistas y fabricantes de variadas y conocidas golosinas, mientras disfrutamos uno de los famosísimos caramelos de miel y menta, podemos experimentar un nivel de "refrescancia" que equivale a 3 en su escala de 5 (nos lo hace saber un escrito en el envoltorio). Menuda sensación.
Si por un lado refrescar es disminuir el excesivo calor de una cosa, es decir: enfriar; y por el otro frescor es la cualidad de lo que produce sensación de fresco, o sea, frescura, ¿no sería mejor decir “nivel de frescura (en su boca)” que “nivel de refrescancia”?
Además, convengamos que encontrarse con alguien que tenga un “nivel 3 de frescura en su boca” es más interesante que encontrarse con alguien que esté experimentando un “nivel 3 de refrescancia”.
Comentarios y reflexiones serán bienvenidas para aclarar el origen de tan horroroso término, ¿o me parece a mí?

Bicentenario

El vocablo bicentenario se usa para indicar la fecha en que se cumplen doscientos años de algún acontecimiento.
Similar combinación se utiliza también para indicar un tricentenario (para los trescientos años). A los demás centenarios habrá que agregarles cuarto, quinto, etcétera.

La voz latina sesqui se emplea para indicar una unidad y media.
Por ejemplo:

sesquihora – hora y media

Así, un sesquicentenario habría que festejarlo con una torta con ciento cincuenta velitas.

No bien lo leas te va a quedar grabado

El modo adverbial no bien equivale a tan luego como. Es muy común el uso de ni bien en reemplazo de la forma no bien. El problema es que ni bien, en ese caso, está mal usado porque la conjunción copulativa ni enlaza palabras o frases que denotan negación, por ejemplo:

El Ministro no le creyó al Senador ni cuando le pidió disculpas.

Entonces, no sería correcto decir frases como esta:

Ni bien despertó se marchó sin decir nada.

Ni bien haya regresado le diré todo lo que pienso.

Deberíamos reemplazarlas por:

No bien despertó se marchó sin decir nada.

No bien haya regresado le diré todo lo que pienso.

“Percanta que me amuraste…”

Recogemos del Diccionario Lunfardo de José Gobello que “percanta” significa: “Mujer, considerada desde el punto de vista amatorio”.
Aclarado esto, nos interesa el origen de la palabra “amurar”. Observamos en el Diccionario de Africanismos en el Castellano del Río de la Plata de Néstor Ortiz Oderigo lo siguiente:

amurar. En el lunfardo o caló de nuestra ciudad, el vocablo adquiere distintas acepciones. Pero la que aquí nos interesa es el significado de “casarse”. Y se explica, pues la palabra procede del hausa, hausá o ausá, idioma que hablan los pueblos de la zona africana situada en el norte de Ecuador, el oeste de Sudán y el sur de la región mediterranea donde amure significa “casamiento”. También esta palabra registra el sentido de “abandonar”, “dejar”, “desamparar” o “relegar”. Con esta última acepción, dice nuestro tango: “Percanta que me amuraste en lo mejor de mi vida, dejándome el alma herida...”.

Motu proprio

Este giro latino se emplea habitualmente en el ámbito jurídico para señalar todas aquellas determinaciones que una persona toma por iniciativa propia, sean lícitas o ilícitas. En el habla diaria de periodistas, políticos y hasta de doña Rosa es utilizado para indicar que alguien ejecuta una acción espontáneamente, sin responder a petición previa. Observamos que a esta expresión, radicada en numerosos ámbitos de la vida cotidiana, a menudo se le agrega la preposición “de”, lo cual es incorrecto, debido a que siendo esta una locución latina debe respetarse su origen.

En la publicación de Luis Canossa encontramos más datos:
“El último elemento del modo adverbial motu proprio es convertido muy a menudo en propio. Su significado en castellano sí es propio, pero lo propio también es no olvidar que siendo locución latina debe conservarse como tal. Algunos lo dicen bien, pero la embarran al anteponerle la preposición ‘de’ . Siendo la traducción literal ‘de motivo propio’ y su significado ‘de propia, libre y espontánea voluntad’, se ve claramente que la preposición está de más”.

De: Luis Canossa, Secretos y sorpresas del idioma, Atlántida, Buenos Aires, 1987.

Aquí no hay tongo

La Real Academia Española registra el significado del término tongo como una “trampa realizada en competiciones deportivas, en que uno de los contendientes se deja ganar por razones ajenas al juego”; mientras que el Diccionario del habla de los argentinos de la Academia Argentina de Letras dice que este término es de uso coloquial, y data similar situación que la RAE: “trampa o maniobra fraudulenta”.
Parece que la palabra tongo es otro de los vocablos que llegó a nuestras tierras en boca de los africanos. En su estudio sobre africanismos Néstor Ortiz Odérigo nos acerca esta definición:

tongo. Artimaña que se efectúa en las carreras de caballos y en algunos actos deportivos. El término proviene de la expresión con-to-ng-oneo del idioma kimbundu. En el Ecuador, la voz se refiere a un rollo de billetes de banco.

De: Ortiz Oderigo, Néstor; Diccionario de Africanismos en el Castellano del Río de la Plata; EDUNTREF; Buenos Aires; 2007.

¡No hay tu tía!

Hace unos días escuché de boca de una periodista decir "no hay tu tía" y me quedé pensando cuál sería el origen de esta expresión y qué papel jugaría la tía en esta frase.
Al poco tiempo recibimos de la amiga Yolanda un archivo en el que, muy sorprendidos, encontramos la respuesta. Le agradecemos su colaboración, y la compartimos con todos los curiosos que quizá se estén preguntando lo mismo y quieran saber más de esta frase tan popular.
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Expresión que suele usarse ante los hechos consumados. Al oír “¡no hay tu tía!”, la persona comprende que la situación que pretendía modificar no está sujeta a cambios ni revisión. Pero, ¿qué tiene que ver esta parienta, por mejor voluntad que se le atribuya, con la posibilidad de encontrar soluciones para nuestros males?
Ocurre que tu tía nació de la mala interpretación de atutía o tutía. Término que el diccionario registra en ambas formas y que define como “la costra que queda en la chimenea del horno después de procesar ciertos minerales”.  Con esa mezcla se preparaba un ungüento que contenía óxido de cinc, que actuaba como cicatrizante ―todavía hoy es empleado con ese objeto―.
“No hay tutía” se usó entonces como equivalente a “no tiene remedio”. Este es el sentido que mantiene actualmente. Pero al poner a la tía de por medio se ha convertido un recurso medicinal en una cuestión de familia.

De: Tres mil historias de palabras y frases que decimos a cada rato, Héctor Zimmerman, Aguilar, Buenos Aires, 1999.



Haber: auxiliar e impersonal

El verbo haber funciona como auxiliar o como un verbo impersonal. Cuando es auxiliar acompaña a otro verbo, concuerda con el sujeto y tiene variación en su número.
Por ejemplo:

La mandataria estadounidense ha arribado al país vecino.

Los representantes de Latinoamérica han llegado para la asunción del nuevo presidente.

En cambio, cuando funciona como un verbo impersonal siempre debe utilizarse en singular; en sus formas: hay para el presente, hubo para el pretérito y habrá para el futuro. Esto sucede porque en el caso del uso impersonal no hay un sujeto, por lo que no flexiona en número.

Recientemente, debido a las lamentables catástrofes de público conocimiento, los medios de comunicación han difundido frases como estas:

Hubieron réplicas del terremoto en todo el territorio.

En los tres últimos días, hubieron lluvias de gran intensidad que superaron el total de milímetros esperados para el mes de febrero.

En estos casos vemos que el error es hacer concordar el “supuesto sujeto” (este es un complemento directo: réplicas, lluvias) con el verbo, cuando las oraciones son impersonales y, por lo tanto, no tienen sujeto.
Lo correcto sería:

Hubo réplicas del terremoto en todo el territorio.

En los tres últimos días, hubo lluvias de gran intensidad…

Un aspecto de la mayúscula

La minúscula viene de la mayúscula, y no al contrario: es una mayúscula deformada por la cursividad. Sin embargo, desde el momento en que pudo oponerse a otro tipo de letra y entrar en un paradigma, la mayúscula adquirió “sentido” (igual que se adquiere edad). Ese sentido ha sido el del énfasis, el de la majestad y el de la esencia (en la imposición de una mayúscula a la inicial de un nombre se compromete toda una metafísica). Hay por lo tanto casos en que la letra, aun siendo rigurosamente lingüística, unidad distintiva, y no significativa, está dotada de un sentido. Es lo que sucede claramente en la escritura javanesa, donde en algunas palabras se introducen letras comparables a nuestras mayúsculas, aunque sean del mismo tamaño que las otras: esas letras suplementarias confieren a las palabras que las contienen un carácter honorífico o respetable.

De: Roland Barthes, Variaciones sobre la escritura, Paidós, Buenos Aires, 2007.

Diferencias pretéritas

Uso del pretérito perfecto simple y del pretérito perfecto compuesto del modo indicativo

Estos dos tiempos indican un momento pasado y suele juzgárselos semánticamente equivalentes, aunque se advierte, sobre todo en lo coloquial, la preferencia por el uso del tiempo perfecto simple. No olvidemos que el pretérito perfecto simple denota una acción finalizada, es un tiempo perfectivo.

Decimos:

Esta mañana desayuné café y tostadas (me porté bastante bien, esquivé las medialunas…).

Y no:

Esta mañana he desayunado café y tostadas.

Es que el pretérito perfecto compuesto denota una acción anterior al momento en que se habla pero vinculado con el presente. El uso de este tiempo responde muchas veces a razones afectivas o a un deseo de prolongar el pasado en el presente.

Por ejemplo:

Se han amado desde el primer momento que se vieron.

Hemos vivido siempre en esta casa.

Además, el pretérito perfecto compuesto es compatible con adverbios y expresiones temporales que indican un período del que forma parte el presente.

Este mes aún no he cobrado el sueldo.

Han recibido la llamada telefónica hace unos minutos.

Una confusión pretérita

El uso del pretérito imperfecto del modo subjuntivo en lugar del pretérito perfecto simple (indicativo)

Recordemos que el modo subjuntivo presenta las acciones de forma virtual o irreal; con este modo se expresan acciones de duda, deseo, esperanza. Su uso también puede implicar una realización en curso.
Según la Real Academia española, el uso del pretérito imperfecto del subjuntivo en lugar del pretérito perfecto del indicativo no está justificado por la tradición del idioma. Para verlo claramente observemos estos ejemplos, que bien podrían haber sido publicados en un diario:

Como dijera ayer la presidenta: "Kirchner no se fue de la cancha, está en el banco de suplentes".

Si algo sucedió “ayer”, en el pasado, no sólo debe expresarse con un tiempo pretérito, sino también perfectivo (expresa una acción acabada). La presencia del adverbio "ayer" nos confirma el uso del pretérito perfecto simple del modo indicativo, entonces:

Como dijo ayer la presidenta: “Kirchner no se fue de la cancha…”.

Veamos el otro ejemplo de este uso, algo bastante común:

En la carbonera donde viviera y trabajara Benito Quinquela Martín ahora hay una galería de arte.

Y debería ser de esta forma:

En la carbonera donde vivió y trabajó Benito Quinquela Martín ahora hay una galería de arte.

Calabaza

Algunos dicen que la calabaza proviene de Asia Meridional, otros de América del Sur.
Lo cierto es que el término con el que hoy denominamos este fruto es original de la voz africana kimbundu.
La calabaza es un alimento muy común en nuestro menú, pero además, con ella se fabrican mates, instrumentos musicales y artesanías.
En los Estados Unidos se ha popularizado este fruto en el icono que identifica los festejos de Halloween; al parecer esta costumbre de ahuecar las calabazas deriva de una leyenda de origen celta.

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calabaza. Es un término derivado de la voz kimbundu kabasa que en el Brasil se convierte en cabaça, designa una planta y un fruto que acusa muy diversas formas, tamaños y colores. Por lo general es grande, redonda y con multitud de semillas.
En Cuba, España y Brasil, así como en otros países, las formas femenina y masculina de esta dicción brindan nombre a un instrumento musical fabricado con un güiro (calabaza) ahuecado, al que se le practica un agujero y diversas muescas, sobre las cuales se desliza una varilla de madera o de hierro para lograr unas sonoridades raspantes que otorgan ritmo y color a ciertas especies musicales, y que se amplían por el efecto de dicha perforación. A este instrumento también se lo denomina güiro. Es similar al reco reco afrobrasileño, sólo que éste se construye con una gruesa caña de bambú. Varios escritores del Siglo de Oro español mencionan con frecuencia el calabazo entre los instrumentos musicales utilizados por los esclavos en la Península Ibérica. En el África Occidental, dos mitades de calabaza pintadas de blanco representan la Vida. Una de ellas encarna a Obatalá, el cielo y la otra simboliza a Odudúa, su mujer, la tierra.

Definición de la palabra de: Ortiz Oderigo, Néstor; Diccionario de Africanismos en el Castellano del Río de la Plata; EDUNTREF; Buenos Aires; 2007.

Oír no es escuchar

No está de más establecer la diferencia entre los verbos oír y escuchar.
Oír es percibir sonidos con el oído, escuchar es prestar atención a lo que se oye. Esto significa que en la acción de escuchar existe el propósito de hacerlo, en cambio el oír puede suceder contra nuestra voluntad y hasta puede ser inevitable. Si no, veamos este fragmento de El silenciero de Antonio Di Benedetto:
“Con una radio que se oye se puede dormir, es cierto; pero hay que organizarse. Es preciso favorecer el sueño, cansarse, beber algo de más durante la cena, no hablar mucho de noche, no excitarse”.
Y la diferencia con esta otra de la misma novela:
“Si está solo, toma una piedra y da contra los caños huecos del alumbrado. Golpea y aplica la oreja a la columna. Escucha. Cuando la vibración se acaba, vuelve a golpear”.

¿Sosia o sosias?

El significado de esta palabra es: persona cuyo parecido con otra la hace viva imagen de ella.
Según el Diccionario de uso del español de María Moliner, ambas formas están aceptadas; no obstante, existe una diferencia entre las dos acepciones. La palabra viene de un nombre propio griego que en su lengua es Sosias, pero es preferible utilizar la forma sosia, ya que el uso español de este nombre proviene del que fuera dado a un personaje creado por el comediógrafo latino Plauto en su obra Anfitrión.
Por último, observemos que su pronunciación es sosia y no sosía o sosías.

¿Santafesino o santafecino?

Parece ser que ante la aparición del término santafecino en diccionarios oficiales, la Academia Argentina de Letras reclamó a la Española que el gentilicio correspondiente a los nacidos en nuestra Santa Fe tenía que ser: santafesino (o sea, escrito con “s”).
Oportunamente la Academia Española respondió que era correcto el reclamo y que subsanarían el error. Sin embargo, en la siguiente publicación del diccionario fueron insertadas las dos grafías.
Luego de varias “idas y venidas” sobre este término, finalmente fueron aceptadas las dos opciones, aunque con preferencia por la escritura con “s”.

¿Aún te quedan dudas?

La palabra aun en ciertas ocasiones lleva acento ortográfico y en otras no. Lo lleva cuando puede reemplazarse por todavía:

No he probado la torta de chocolate aún.

No se coloca acento cuando lleva implícito el significado de las palabras hasta, también, inclusive o siquiera (esta última con negación):

Aun los opositores al Gobierno quieren que Redrado se vaya del Banco Central.

Fueron todos al recital, aun aquellos que no tenían entrada.

No buscó incomodar a los visitantes, ni aun notó que lo hiciera.

Así, como así, no va


Los que expresan "como así" en vez de "así como" deberían saber que "como" puede llevar antepuesto el adverbio "así", pero no pospuesto.
En las oraciones en que "como" enlaza complementos circunstanciales: "...así por esto como por aquello", equivale a las combinaciones "no sólo", "sino también". De ahí el uso de "así como" juntando dos miembros de igual importancia -así Juan como Pedro-, al primero de los cuales se puede trasladar antes del adverbio "así" -Juan, así como Pedro-, pero dejando "como" donde estaba. Por lo tanto, diciendo "como así" vamos de contramano.

De: Secretos y sorpresas del idioma, Luis Canossa.

Uso de los signos de interrogación y exclamación

Hemos adoptado de lenguas foráneas la costumbre de utilizar sólo el signo de cierre en los enunciados interrogativos o exclamativos. Sin embargo, en el idioma español, estos signos deben colocarse tanto al comienzo como al final de la oración.
Veamos la norma de uso:

Luego de los signos de cierre de interrogación o de exclamación no se coloca punto. Estos signos indican el cierre de la enunciación:

¿Sabías que me voy a la costa? Este año elegimos la playa para descansar.

Los signos se colocan al comienzo de la pregunta o la exclamación, aunque no comience con esta la oración. En este caso se separa la pregunta del resto de la oración con una coma.

El viernes festejo mi cumpleaños, ¿vas a venir?

Cuando los vocativos ocupan la primera parte de un enunciado quedan fuera de la interrogación o la exclamación:

Mamá, ¿pensaste qué le vamos a regalar a la abuela?

En cambio si está colocado al final de la pregunta o la exclamación, el vocativo se incluye en ella:

¡Cuánto me alegra que hayas llegado a tiempo, Rolando!

Se usan para enmarcar interjecciones:

¡Ey! ¡Epa! ¡Oh!

Al escribir varias preguntas o exclamaciones breves de forma continuada, se puede optar por:

a) Considerarlas enunciados independientes con sus correspondientes signos de apertura y cierre, y comenzando cada una de ellos con mayúscula:

¿Cómo fue el viaje? ¿Estuvieron en Londres? ¿Visitaron el Palacio de Buckingham?

b) Considerarlas parte del mismo enunciado, en cuyo caso van separadas por comas y sólo se escribe con mayúscula la palabra inicial:

¡No puedo creer que no fueron!, ¡no me digas que se lo perdieron!

Los signos se pueden usar combinados para expresar duda o incertidumbre, y sorpresa a la vez. No obstante sobre este caso no hay unanimidad de criterios y se recomienda su utilización sólo en textos literarios ―donde es frecuente encontrar los signos multiplicados para dar énfasis a determinados enunciados― y debe evitarse en los textos periodísticos o administrativos.

¿Hay que entregar los papeles mañana?, ¡¿estás segura de que es mañana?!

Finalmente, en los únicos casos en que se utiliza sólo el signo de cierre es cuando se quiere indicar, ironía, sorpresa, desconocimiento o duda de algo que se está mencionando.

a) Encerrado entre paréntesis:

Aún teniendo tropas alrededor del mundo, Obama recibió el Premio Nobel de la Paz (!).

Es vicepresidente de la nación y opositor del gobierno al mismo tiempo (?).

Y sin paréntesis para indicar un dato que se desconoce, por ejemplo, una fecha de nacimiento:

?- 1801

Está para ponerse la tanga

Seguimos explorando vocablos de origen africano que se incorporaron al español del Río de la Plata. Al igual que mucama y tamango (buscar en la Nube de etiquetas), la palabra tanga proviene del kimbundu y en la actualidad en nuestro idioma se usa para denominar una vestimenta playera que en el siglo XVIII tenía un fin muy parecido al que tiene hoy: el de cubrir la pelvis de las mujeres.

tanga. Noticias provenientes del siglo XVIII hablan de telas de algodón llamadas ntangas, tejidas por los angoleños, como una posible herencia de los patrones culturales ambundus. También se utilizaron como moneda en las transacciones comerciales. Con estas telas se confeccionaban las prendas que llevaban la misma denominación de los tejidos, y que pasaron a nuestro idioma con el nombre del epígrafe. Las mujeres africanas las utilizaban para cubrirse la pelvis. El término ntanga, es kimbundu, significa “paño”, “tela”, “tejido”, etcétera.
Asimismo, tanga es la designación de un puerto situado en el territorio de Tanganica, enfrente de la isla Bemba, y es la estación terminal del ferrocarril de Moshi a Aruba, en el África central; así como el de una “nación” africana introducida en el Río de la Plata.
También constituye el nombre de uno de los tambores sagrados de la familia de los digomana, membranófonos pertenecientes a los vedus, pueblo que pertenece al grupo etnocultural bantú.
El trompetista afroestadounidense Dizzy Gillespie registró en discos fonográficos una página rotulada Tanga, en la que se vale de ritmos africanos y afroamericanos.

De: Ortiz Oderigo, Néstor; Diccionario de Africanismos en el Castellano del Río de la Plata; EDUNTREF; Buenos Aires; 2007.

No es lo mismo

El empleo de el mismo, la misma y sus respectivos plurales, como pronombre y como sustantivo, está tan extendido en los ámbitos administrativos, periodísticos o publicitarios, que da un poco de temor que su uso incorrecto se transforme en norma, sólo por la repetición misma (valga la redundancia).

Estos términos bien aplicados cumplen la función de adjetivos e indican identidad o igualdad, por ejemplo:

Pepe tiene la misma remera que tenía puesta ayer. (Mmmm… ¡qué olor!).

Rosa tiene la misma nariz que su padre.

También mismo y misma pueden ser utilizados para reforzar o enfatizar el significado de la palabra (sustantivo, pronombre o adverbio) que acompañan. Por ejemplo:

Hoy mismo dejo de fumar.

Pudo resolverlo ella misma.

Se ha generalizado el uso de estos adjetivos para hacer referencia a un elemento que dentro de la misma oración fue citado anteriormente ―es decir, reemplazándolo―. La Real Academia Española dice que este uso es “innecesario y desaconsejable” y que en reemplazo de la palabra que no se quiere repetir debería usarse un pronombre personal o posesivo o tal vez un demostrativo o… la mismísima nada.

Observemos que en el texto que adjuntamos (fragmento de una nota publicada en un periódico del ámbito de la medicina homeopática) no se entiende claramente a qué se refiere los mismos; digamos que quizás sea a “los síntomas” y, de ser así, la mejor opción hubiera sido colocar el pronombre estos.



Posiblemente este otro caso sea más claro; seguro que vieron esta leyenda en su barrio:

“Si en su cuadra ya hay contenedores coloque la basura dentro de los mismos”.

Quizás hubiera quedado mejor decir que se colocara la basura “dentro de ellos”, o “allí”, o “Si en su cuadra ya hay contenedores utilícelos para depositar sus residuos”, lo cual es bastante obvio. Aunque para los vecinos no lo siga siendo. Pero ese es otro tema.

Pongámosle un poco de color


Muchas veces hemos escuchado hablar del “colorado” ―sobre todo en el ambiente de la moda― como si fuese el nombre de un color. El término para distinguir el color que se encuentra en la frecuencia más baja de luz discernible por el ojo humano es el “rojo”.

El rojo es uno de los colores primarios, mientras que el colorado es una tonalidad que surge de este color. Así podemos incluir esta tonalidad en frases como: “Lo dijo sin ponerse colorado”.
Muchos ponen resistencia al nombre real de este vívido color debido a que históricamente se lo ha vinculado con movimientos revolucionarios o de izquierda e, inexplicablemente, este hecho parecería restringir su uso en determinados ámbitos sociales.
Podemos decir que el rojo es el símbolo de la pasión, y que mundialmente se aplica para indicar peligro, o para una emergencia: “código rojo”.
El color rojo del planeta Marte, relacionado con la sangre, favoreció que se lo considerara desde tiempos antiguos como un símbolo del dios de la guerra. En ocasiones se hace referencia a Marte como el Planeta Rojo.

Lo incorrecto

Al menos los e-books están a salvo

En el sur de Gales, en el Reino Unido, viven un crudo invierno con temperaturas bajo cero. En una organización de caridad, unos voluntarios descubrieron que la gente que no puede pagar el precio del carbón encontró una alternativa más barata: quemar libros.
“Es algo terrible ―contó un vendedor al diario británico Metro―, pero tenemos que sacarnos el stock de encima y los clientes dicen que los libros son ideales para la estufa porque se consumen lentamente. Muchos compran grandes volúmenes de tapa dura y les duran toda la noche en el fuego”.
Un libro que pesa medio kilo se vende por apenas cinco peniques, mientras que una bolsa de carbón de veinte kilos sale cinco libras (una libra son cien peniques). O sea: dos libras los veinte kilos de libros, menos de la mitad que el carbón.
Como siempre, la culpa es de la crisis, que hizo que calentar el hogar se volviera un lujo. Qué dirá Bradbury cuando se entere de que no hicieron falta los bomberos de Fahrenheit 451 para prenderles fuego a los libros, que alcanzó con colapsar la economía mundial y la gente por sí sola terminó encargándose de la tarea.

Fuente: Página/12, suplemento Radar número 699, Argentina, 10 de enero de 2010.

Siglas y acrónimos

La sigla es la unión de las letras iniciales de varias palabras que conforman el nombre de una institución o de un organismo. Algunas reglas que se deben tener en cuenta son:

• Se escriben siempre con mayúscula.
• No pueden dividirse al final de un renglón.
• No llevan punto final, tampoco entre letra y letra, y no debe dejarse espacio entre las letras.
• No tienen forma plural.
• El género de la sigla lo determina la primera palabra del grupo.
Por ejemplo: la CGT (la Confederación General del Trabajo).

Los acrónimos son términos que reproducen una o varias sílabas de las palabras que representan el nombre de un organismo o institución. Estos se escriben con minúscula salvo en su letra inicial.
Existen acrónimos que por su uso muy frecuente se han transformado en sustantivos comunes, en ese caso se escriben con minúscula.
Por ejemplo: láser, ovni o pyme.
Cuando son nombres propios y si tienen más de cuatro letras, sólo se escribe con mayúscula la letra inicial.
Por ejemplo: Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas).

No seamos tan posesivos

Es muy común escuchar frases como: “está cerca mío”, “la joven está detrás nuestro en la cola” o “lo tenés delante tuyo”, por citar algunos ejemplos.

Estos pronombres posesivos que marcamos en negrita (mío, tuyo, nuestro, suyo y vuestro) tienen la función de señalar algo que nos pertenece, y no pueden ir acompañados de un adverbio de lugar (cerca, detrás, delante, etc.). En lugar de los posesivos deberían utilizarse las formas personales (mí, ti-vos, él/ella, nosotros/as, vosotros/as-ustedes, ellos/ellas).

Por lo tanto, estas expresiones deberían formularse de la siguiente manera: “está cerca de ”, “la joven está detrás de nosotros en la cola” o “lo tenés delante de ti (o vos)”.

“Cuando rajés los tamangos buscando ese mango que te haga morfar...”

Esta frase muy conocida por aquellos que gustan del tango se puede encontrar en la composición “Yira, yira” de Enrique Santos Discépolo (1930). La palabra tamango fue incorporada al Diccionario Lunfardo de José Gobello (1975), pero su origen proviene de la lengua africana kimbundu.

Tal como encontramos el término mucama en el lenguaje africano (ver post: 19 de diciembre de 2009), la palabra tamango es un africanismo que se utilizaba en el castellano del Río de la Plata, con más frecuencia en los años 30-50. En la actualidad sólo se escucha en algunos tangos de la época.
En el Diccionario de Africanismos en el Castellano del Río de la Plata de Néstor Ortiz Odoriego se registra la siguiente definición:

tamango. El diccionario académico no presta mayor trascendencia al vocablo del epígrafe y en su explicación yerra una vez más. La palabra se refiere al trapo o cuero con que envolvían sus pies los negros esclavos, quienes, desde luego, carecían de zapatos o botas; en primer lugar, porque los amos no se los proporcionaban, como no le suministraban tantos otros elementos de primera necesidad, y, luego, porque, en África, tenían por costumbre andar descalzos. Merced a ese expediente los siervos podían desplazarse con mayor facilidad, en pisos que, seguramente, no estaban alfombrados. En contraposición de lo que han expresado diversos autores, proviene del idioma kimbundu tama-ngo, desde donde pasó con facilidad al portugués y al castellano. En distintas zonas del Congo y de Angola, donde se habla el lenguaje mencionado, hemos encontrado esta dicción, que luego amplió su significado para incluir los zapatos viejos, de mala confección o demasiado holgados para la persona que los usara. Hilario Ascasubi en su Aniceto el gallo, 1853, emplea la expresión que estudiamos.

Fuente: Ortiz Oderigo, Néstor; Diccionario de Africanismos en el Castellano del Río de la Plata, EDUNTREF, Buenos Aires, 2007.

El plural de cualquiera no es un plural cualquiera

El indefinido cualquiera, ya sea que funcione como adjetivo o como sustantivo, tiene singular y plural: cualquiera y cualesquiera, y sus apócopes cualquier y cualesquier (esta última forma no es frecuente). Se dice: cualquier hombre, un hombre cualquiera, cualquier cosa, una cosa cualquiera, cualesquiera hombres, otros hombres cualesquiera, cualesquiera cosas, dos cosas cualesquiera.

Dice el Diccionario panhispánico de dudas (DPD): “A menudo se utiliza erróneamente la forma del singular para el plural: *«No se debe, cualquiera que sean las circunstancias, admitir que se denigre el nivel del debate» (DYucatán [Méx.] 12.9.96). Aún más inadmisible resulta el empleo de la forma del plural para el singular: *«En nuestro país la tortura o cualesquiera otro acto vejatorio están prohibidos» (Dedom [R. Dom.] 19.12.96)”.
La norma no ha cambiado. Lo que ocurre es que el plural no es muy frecuente, pues muchas veces significa lo mismo que el singular, y esto hace que algunas personas no lo conozcan y no lo usen cuando corresponde.

Precedido siempre del indefinido un, una, cualquiera es un sustantivo que significa persona de poca importancia, indigna, despreciable (en femenino, referido habitualmente a la moral sexual de una mujer). En esta acepción, el plural es cualquieras: un cualquiera, una cualquiera, unos cualquieras, unas cualquieras.

Fuente: Columna de Lucila Castro, LA NACIÓN

Sino vs. Si no



Según la Real Academia Española (RAE), la palabra sino puede funcionar como un sustantivo masculino que significa: fatalidad, destino. También funciona como una conjunción adversativa que se utiliza en los siguientes casos:

Al contraponer un concepto afirmativo a otro negativo expresado anteriormente:
La clase no fue aburrida, sino entretenida.

A veces toma el valor de excepto:
Sabes que no quiero a nadie sino a ti.

En correlación con no solo, denota adición de otros miembros a la cláusula. Suele acompañarse con el adverbio también:
Le parecía que estaba enloqueciendo, no solo de miedo, sino también de aburrimiento.

Puede tener un valor cercano a más que, otra cosa que:
Su ex novia no quería sino volver a verlo.

En el caso que mostramos en la imagen (una publicidad de una revista de Cable) la conjunción adversativa sino está mal aplicada. Aquí debería haberse utilizado la conjunción condicional seguida de negación si no. De este modo la oración quedaría así: “Serían la pareja perfecta, si no fuera que no se pueden ni ver”. Vemos que se está expresando una condición por la que no pueden ser una pareja perfecta.
Como último, observemos que el segundo elemento ―la negación― debe ser tónico, a diferencia de la conjunción adversativa sino que siempre es átona.