El pasado mes de noviembre estuve presente en el Segundo Congreso
Internacional de Correctores de Textos en Español, en la ciudad de Guadalajara,
México, evento que formó parte de la Feria Internacional del Libro de
Guadalajara, una de las importantes y fascinantes del mundo no solo por el
tamaño, sino también por la organización y diversidad de actividades.
Fue una gran ocasión para el reencuentro con buenos amigos, conocer otros más
de todas partes, comprar libros y gozar de la hospitalidad mexicana, donde me
siento como en casa.
Justo
después de presentar mi ponencia, titulada Corrección de
textos: disciplina de la lingüística aplicada, dos muchachas me
formularon una pregunta en privado muy interesante: ¿cuáles son los errores que
los jóvenes correctores cometen? En aquel momento les respondí grosso modo,
pero ahora quiero brindar una respuesta más detallada y que sé puede ser de
gran utilidad para los nuevos profesionales.
Según
mi experiencia, además de lo que ya he investigado, puedo decir que ellos
cometen las siguientes faltas:
1) Leer
muy rápido para terminar inmediatamente. Algunos creen que un buen corrector es aquel que hace rápido su
trabajo, que puede corregir 100 páginas en un día y así lograr que su jefe
quede muy contento. Esto es un gran peligro, porque el corrector requiere
observar no solo detalles tan pequeños como comas, puntos y acentos, sino
también el sentido del texto, la coherencia, etc.
Por tanto, leer a esa velocidad es arriesgarse a dejar errores sin corregir. La
lectura de un corrector profesional es mucho más pausada en comparación con la
de un lector común, con constantes relecturas y fijaciones. Esto está
demostrado en una investigación en francés titulada L'œil du correcteur enregistré par eyetracking [El
ojo del corrector grabado por eyetracking],
que puede ser vista en la siguiente dirección en YouTube: http://www.youtube.com/watch?v=TSeTLb9MMyQ.
Esto debe ser entendido por los autores y editores, que a veces presionan sin
base.
2) Corregir
cuando no es necesario. Hay dos manifestaciones de esta falta. La primera es que los correctores principiantes
tienen horror vacui cuando corrigen, o sea, se sienten intranquilos cuando verifican
que una página de un libro no tiene ni un solo error, entonces se quedan
aliviados si cambian por lo menos una coma y de esta manera
"justifican" su trabajo ante el cliente. La segunda es que algunos
correctores son tan perfeccionistas que
no les gusta el texto y terminan por reescribir casi todo. Hay que recordar,
como bien dice Alicia Zorrilla, correctora argentina de gran trayectoria,
que el corrector no es coautor y
que su papel es perfeccionar el texto. Además de eso, ella añade en su libro Normativa
lingüística española y corrección de textos que
el corrector debe seguir cuatro principios más: i) no tocar
el texto original si su redacción es
tan correcta que no lo necesita, ii) no justificar vanamente su trabajo
con sustituciones léxicas o sintácticas inadecuadas o
innecesarias, iii) siempre consultará al autor y respetará su opinión si se trata de cuestiones discutibles, y iv) el corrector
deberá fundamentar cada una de sus enmiendas de carácter lingüístico (2009, pp. 117-118).
3) Ajustarse
solo a la ortografía y gramática normativa. Mayormente los correctores son graduados en Letras, Periodismo, Traducción y
demás carreras afines, y buena parte de su formación lingüística
es de enfoque normativo. Relacionado con la falta antes descrita, a algunos
correctores no
les gustan
ciertas variaciones lingüísticas que no son propiamente errores, sobre todo en los casos dialectales o sociolectales. La corrección debe garantizar, ante todo, la claridad del mensaje y considerar
el contexto discursivo donde está enmarcado el texto.
4) Arreglar
todos los detalles de una publicación a
la vez. Esta falta va relacionada con la primera, la
velocidad. La mejor estrategia es revisar por separado las diferentes partes de
la publicación: paginación, encabezados, jerarquía de
títulos, cortes de palabras, unificación, pies de página y demás.
Tratar de corregir todo a la vez puede llevar como consecuencia dejar por fuera
algún error que puede oscurecer la calidad de la obra.
Es importante que los cursos de capacitación de
correctores adviertan estas faltas, para garantizar una óptima actuación en
el trabajo y educar a los demás actores de la industria editorial.
Ricardo Tavares
es Lingüista aplicado, Licenciado en Letras en la UCAB (Caracas,
Venezuela), Magíster en Lingüística Aplicada en la USB (Caracas, Venezuela) y Revisor de estilo y profesor de Morfosintaxis del Español en la UCAB.