Decir de la mejor manera lo que se quiere comunicar



¿Femicidio o feminicidio?

Son palabras que por error a veces son utilizadas como sinónimos, pero no lo son, ya que determinan situaciones diferentes y hay que saber aplicarlas correctamente.
Cuando se utiliza el término femicidio se habla del homicidio de una mujer en el que no es preponderante la relación de género. Es decir, son crímenes perpetrados contra mujeres, por un hombre o por una mujer, pero que no están dirigidos a la mujer por su condición.

En cambio, cuando hablamos de feminicidio, se trata de asesinatos contra mujeres por su condición de género, por lo tanto son homicidios en los que cuenta la relación de poder y la impunidad con el que son cometidos. El asesinato es llevado a cabo entonces por un hombre y se basa en una relación desigual entre los sexos: superioridad genérica, misoginia o sexismo. No solo se asesina el cuerpo de la mujer, sino que se asesina también lo que ha significado la construcción cultural de su cuerpo, con la pasividad y la tolerancia de un Estado masculinizado.

¿El hecho que o el hecho de que?

Muchas veces al usar estas formas tememos cometer queísmo o dequeísmo, pero lo cierto es que, dependiendo de lo que se quiera expresar, las dos son correctas. La diferencia entre usar la preposición de o no, depende de si la proposición incluida (o subordinada) es adjetiva o sustantiva.

¿Qué es una proposición incluida? Son estructuras (grupos de palabras con sentido y capacidad de ser analizadas con las categorías de una oración) que quedan integradas en los elementos sintácticos de una oración principal (por eso se llaman incluidas) y por lo tanto no poseen la misma jerarquía, ya que están subordinadas a ella.
Vemos un par de ejemplos que nos ayudarán a detectar cuándo debemos usar la preposición:

El hecho de que hayas llegado tarde cambió su parecer.

Lo señalado funciona como un sustantivo, podría reemplazarse por “la tardanza”, la estructura exige el uso de la preposición.

El hecho que sucedió ayer impactó en la vida de esa familia.

En este otro caso, el texto resaltado funciona como un adjetivo, determina un hecho en particular. Por ejemplo, podría reemplazarse por “ocurrido”.

“Cover de humita”

¡Uhm, qué rica es la humita! Este plato tradicional cuyo ingrediente principal es el maíz, una planta gramínea originaria de América (introducida en Europa en el siglo XVII­), es natural de la región andina sudamericana y una comida típica en el norte de nuestro país. Su nombre viene del quechua jumint'a, y hasta aquí todo lo que quería decir sobre la humita.
En verdad hoy quiero poner la atención en cómo nos hablan desde los medios de comunicación, ya que es archiconocido el discurso de que nuestro idioma es muy rico en su vocabulario y que existen muchas palabras que se pueden utilizar para nombrar la misma cosa; sin embargo, es excesivo el uso de galicismos, anglicismos y hasta de palabras inventadas, sobre todo por los comunicadores de los medios masivos.
Esta pequeña nota es una excusa para reflexionar acerca de cómo utilizamos las palabras, y surge de haber escuchado decir a un cocinero “cover de humita” en un programa sobre cocina del la TV Pública, mientras intentaba enseñarnos a prepararla. Por supuesto no es un pecado del maestro tratar de explicar con sus palabras que lo que estaba haciendo era una de las tantas versiones que puede haber de esta comida. Pero el escuchar que alguien hacía esa rara mezcla —y no precisamente de ingredientes, sino de palabras— para nombrar un plato típico de nuestro país, utilizando lisa y llanamente una palabra del idioma inglés —además inapropiada—, me llevó a pensar acerca de lo innecesario que puede ser optar por palabras de otros idiomas cuando tenemos las propias para decir todo lo que queremos. Para entender esto, veamos las siguientes definiciones:

El nombre humita, según la RAE, designa “una comida criolla hecha con pasta de maíz o granos de choclo triturados, a la que se agrega una fritura preparada generalmente con cebolla, tomate y ají colorado molido. Se sirve en pequeños envoltorios de chala, en empanadas o a modo de pastel”. Y yo agrego que por estos lares, en la ciudad de Buenos Aires, esta pasta se prepara y se usa la mayoría de las veces para rellenar empanadas, nada muy diferente a lo dicho anteriormente. Pero si nos detenemos en la palabra cover, del idioma inglés, esta puede usarse como un verbo transitivo, que usualmente se podría traducir a nuestro idioma como cubrir. También puede ser un sustantivo, y en esta función tiene una gran cantidad de acepciones, pero la principal es que se usa para denominar una cubierta, tapa o funda. Y también, en la jerga musical, esta palabra designa una versión de una canción o composición que es vuelta a hacer por un intérprete distinto a su creador, es decir, una versión diferente a la original.

Llegamos al punto, y no es que quiera ser más papista que Francisco, pero pienso: ¿nos nos estamos perdiendo algo? Si alguien usa la palabra cover para señalar una versión distinta de un tema de los Beatles, por ejemplo, digamos que sería justo, ya que la misma palabra en inglés se usa para denominar esto mismo. Sin embargo, no sería necesario, ya que podría decirse que ese músico, banda u orquesta está haciendo otra “versión”. La globalización que hoy nos invade no debería implicar la pérdida de identidad en nuestro idioma, en nuestra forma de decir y de nombrar las cosas, por más que esto parezca una nimiedad.
Invito a quien tenga ganas a volcar su opinión, por lo que se aceptan y siempre se agradecen los comentarios constructivos y respetuosos.
¡Hasta la próxima!

Foto: http://tusrecetasya.com.ar/humita/

Preposiciones: con cuidado

Las preposiciones son palabras invariables y casi siempre átonas que se caracterizan por introducir un complemento, que en la tradición gramatical hispánica se denomina “término”.
Resaltamos los términos en las siguientes oraciones:

A  la buena de Dios.

Contra los enemigos.

En el inventario de las preposiciones se encuentra con. Esta preposición entre otras funciones introduce complementos de compañía, como por ejemplo: A veces iba al parque con él, que se distingue del sentido de colaboración o acción conjunta: Escribí esta historia con él.


En la imagen que vemos, podemos observar que el uso de la preposición de es incorrecto, ya que por una cuestión semántica en esta oportunidad el verbo exige el uso de la preposición con. Debería decir:

Marcha en solidaridad con Siria.


Vemos que la cuestión es puramente semántica, ya que no hubiera sido un error decir: La solidaridad de la gente asombró al mundo entero.


¿Antes que o antes de que?



Con significado temporal, ambas construcciones son válidas. En un principio, precediendo a la oración que expresa el acontecimiento que se toma como referencia, se usó solo la locución conjuntiva antes que (en latín, ante quam, antequam): 

Antes que pasen voy a estar preparada.

Cuando el término de referencia temporal es un sustantivo, un pronombre o un infinitivo, antes debe ir seguido de la preposición de:

Antes de rendir voy a estudiar.

Del cruce de antes que y antes de, surgió antes de que, variante de la locución conjuntiva que algunos gramáticos censuraron en un principio por dequeísta, pero que hoy se acepta como válida. Así, es igualmente correcto decir Llegará antes que anochezca y Llegará antes de que anochezca. 

Cuando la locución expresa preferencia, solo es válida la forma antes que: “Antes que verlo detrás de una reja [...], prefiero verlo muerto» (Asenjo Días [Esp. 1982]).

Con este último sentido, es posible la intercalación de elementos entre antes y que: 

Antes muerto que vencido.

Fuente: Real Academia Española http://lema.rae.es/dpd/

Ser correctora y no morir en el intento

Navegando la Web encontré esta publicación de una correctora de otras latitudes que, ya harta de cruzarse siempre con los mismos comentarios al ser interpelada sobre su trabajo, hace un descargo con mucho humor. Me sentí tan identificada que le pedí permiso para compartir la entrada, así que aquí va.
¡Gracias, Mónica!

 Hartazos de correctora
Permítanme, señores, que hoy utilice este espacio internetero para quejarme un poco. De vez en cuando toca… Y escribo precisamente hoy porque estoy de muy buen humor y estas cosas, estos desahogos míos, mucho mejor en frío.
Comentarios que no soporto que me hagan en relación con mi trabajo (comentaré algunos, otros no):
  • «¡Ah, eres correctora! ¿Y de qué idiomas traduces?». Traducir y corregir no es lo mismo, aunque el 90 % de la gente crea que sí.
  • «¿Qué significa la palabra X?». Mi respuesta, como la de Fundéu en Twitter: #EDETA (El Diccionario Es Tu Amigo).
  • «¿Tu trabajo es como pasar el corrector de Word?». Igualito, igualito…
  • «Entonces, tú leerás mucho, ¿no?». Pues sí, a veces incluso por ocio… ;)
  • «¿Y de eso se puede vivir? ¿No sería mejor que te dedicaras a otra cosa?». Pues no, soy feliz con mis libros. Es mi profesión, es vocacional, la he elegido yo. ¿Le digo yo a la gente a qué se tiene que dedicar acaso? ¿Conocéis el estado de mi cuenta bancaria para aseverar con rotundidad que «de eso» no se puede vivir?
  • «¿Eres correctora? ¿Me escribes una carta que tengo que mandar?». Por amor al arte, se entiende. No sé a vosotros, pero a mí ni el carnicero me regala la carne, ni el camarero el café, ni el electricista los arreglos de los enchufes. ¿Por qué tengo que regalar yo textos? Es mi tiempo y mi profesión. Se los regalo a quien yo considero. Y, probablemente, si me lo pides en plan jeta, no te voy a regalar mi trabajo (aun cuando pensara ofrecerme yo).
  • «¿El último libro de X está bien?». Leo todo lo que puedo, que dista mucho de ser todo lo que se publica. Ya me gustaría poder contestar a esa pregunta. Lo mejor, las caras de asombro cuando dices que no lo has leído o no lo conoces. Pero es que, por mi trabajo en sí, no necesito estar al día en cuanto a las novedades literarias o los últimos bestsellers.
  • «¿Me puedes enchufar en alguna editorial para que me publiquen la novela?». No. No enchufo a nadie para nada. Te aseguro que si tu novela tiene la calidad suficiente acabarán publicándotela… Y si absolutamente ninguna editorial del mundo te la quiere publicar, plantéate que, quizá, no es la obra de arte que estás pensando: mejórala y no te des por vencido. Y, si no, hoy en día, la autopublicación (que no autoedición) es coser y cantar. Incluso te puedes hacer rico vendiendo en Amazon…
  • «Yo escribo genial, tu trabajo se me daría muy bien». Chupi. Fórmate en todo lo que conlleva ser corrector (gramática, sintaxis, ortografía, ortotipografía, maquetación, etc.) y conviértete en uno. Con escribir bien no basta. Esto, como todo, conlleva esfuerzo y dedicación. Es un oficio…
  • «Entiendo los cambios que propones, pero no los acepto». Muy respetable. Pero entonces no sé para qué contratas a un profesional. No sé si me consuela que esto también pasa en otras profesiones… Así nos va. Cualquier cuñado hace unas páginas web de muerte, escribe como si fuera el mismísimo Shakespeare, sabe más de economía que Krugman, recetan al vecino mejor que el médico de cabecera y son los mejores entrenadores de fútbol de la historia. En serio, si vas a desprestigiar mi trabajo, no me contrates: no corrijo tus errores por destruir tu ego, sino para mejorar tu propia imagen ante los demás (y los honores te los llevas siempre tú, que no se te olvide).
Creo que muchas de estas frases tienen que ver con el desconocimiento que hay sobre la figura del corrector en general (¿sabéis lo que hacemos en realidad, almas de cántaro?). Tengo pendiente escribir sobre todo esto, pero, mientras tanto, os enlazo a un interesantísimo artículo del blog de Flores de papel. Sé que en todos los sectores cuecen habas, pero a veces una se cansa de oír las mismas peroratas una y otra vez… (y, aunque no lo parezca, repito que estoy de muy buen humor hoy). ;)

"La coma, esa puerta giratoria del pensamiento". Julio Cortázar


Una coma puede ser una pausa. O no...
No, espere.
No espere.

Puede hacer desaparecer su dinero.
23,40
2,34

Puede crear héroes...
Eso solo, él lo resuelve.
Eso, solo él lo resuelve.

Puede ser la solución.
Vamos a perder, poco se resolvió.
Vamos a perder poco, se resolvió.

Cambia una opinión.
No queremos saber.
No, queremos saber.

La coma puede condenar o salvar. 
¡No tenga clemencia!
¡No, tenga clemencia!


Finalmente, esta conocida genialidad autoral de Julio Cortázar:

Lean y analicen la siguiente frase:

"Si el hombre supiera realmente el valor que tiene la mujer andaría en cuatro patas en su búsqueda". 

Si usted es mujer, con toda seguridad colocaría la coma después de la palabra mujer. 

Si usted es varón, con toda seguridad colocaría la coma después de la palabra tiene.


Errores comunes de un corrector principiante (por Ricardo Tavares L.)


El pasado mes de noviembre estuve presente en el Segundo Congreso Internacional de Correctores de Textos en Español, en la ciudad de Guadalajara, México, evento que formó parte de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, una de las importantes y fascinantes del mundo no solo por el tamaño, sino también por la organización y diversidad de actividades. Fue una gran ocasión para el reencuentro con buenos amigos, conocer otros más de todas partes, comprar libros y gozar de la hospitalidad mexicana, donde me siento como en casa.

Justo después de presentar mi ponencia, titulada Corrección de textos: disciplina de la lingüística aplicada, dos muchachas me formularon una pregunta en privado muy interesante: ¿cuáles son los errores que los jóvenes correctores cometen? En aquel momento les respondí grosso modo, pero ahora quiero brindar una respuesta más detallada y que sé puede ser de gran utilidad para los nuevos profesionales.


Según mi experiencia, además de lo que ya he investigado, puedo decir que ellos cometen las siguientes faltas:

1) Leer muy rápido para terminar inmediatamente. Algunos creen que un buen corrector es aquel que hace rápido su trabajo, que puede corregir 100 páginas en un día y así lograr que su jefe quede muy contento. Esto es un gran peligro, porque el corrector requiere observar no solo detalles tan pequeños como comas, puntos y acentos, sino también el sentido del texto, la coherencia, etc. Por tanto, leer a esa velocidad es arriesgarse a dejar errores sin corregir. La lectura de un corrector profesional es mucho más pausada en comparación con la de un lector común, con constantes relecturas y fijaciones. Esto está demostrado en una investigación en francés titulada L'œil du correcteur enregistré par eyetracking [El ojo del corrector grabado por eyetracking], que puede ser vista en la siguiente dirección en YouTubehttp://www.youtube.com/watch?v=TSeTLb9MMyQ. Esto debe ser entendido por los autores y editores, que a veces presionan sin base.

2) Corregir cuando no es necesario. Hay dos manifestaciones de esta falta. La primera es que los correctores principiantes tienen horror vacui cuando corrigen, o sea, se sienten intranquilos cuando verifican que una página de un libro no tiene ni un solo error, entonces se quedan aliviados si cambian por lo menos una coma y de esta manera "justifican" su trabajo ante el cliente. La segunda es que algunos correctores son tan perfeccionistas que no les gusta el texto y terminan por reescribir casi todo. Hay que recordar, como bien dice Alicia Zorrilla, correctora argentina de gran trayectoria, que el corrector no es coautor y que su papel es perfeccionar el texto. Además de eso, ella añade en su libro Normativa lingüística española y corrección de textos que el corrector debe seguir cuatro principios más: i) no tocar el texto original si su redacción es tan correcta que no lo necesita, ii) no justificar vanamente su trabajo con sustituciones léxicas o sintácticas inadecuadas o innecesarias, iii) siempre consultará al autor y respetará su opinión si se trata de cuestiones discutibles, y iv) el corrector deberá fundamentar cada una de sus enmiendas de carácter lingüístico (2009, pp. 117-118).

3) Ajustarse solo a la ortografía y gramática normativa. Mayormente los correctores son graduados en Letras, Periodismo, Traducción y demás carreras afines, y buena parte de su formación lingüística es de enfoque normativo. Relacionado con la falta antes descrita, a algunos correctores no les gustan ciertas variaciones lingüísticas que no son propiamente errores, sobre todo en los casos dialectales o sociolectales. La corrección debe garantizar, ante todo, la claridad del mensaje y considerar el contexto discursivo donde está enmarcado el texto.

4) Arreglar todos los detalles de una publicación a la vez. Esta falta va relacionada con la primera, la velocidad. La mejor estrategia es revisar por separado las diferentes partes de la publicación: paginación, encabezados, jerarquía de títulos, cortes de palabras, unificación, pies de página y demás. Tratar de corregir todo a la vez puede llevar como consecuencia dejar por fuera algún error que puede oscurecer la calidad de la obra.

Es importante que los cursos de capacitación de correctores adviertan estas faltas, para garantizar una óptima actuación en el trabajo y educar a los demás actores de la industria editorial.


Ricardo Tavares es Lingüista aplicado, Licenciado en Letras en la UCAB (Caracas, Venezuela), Magíster en Lingüística Aplicada en la USB (Caracas, Venezuela) y Revisor de estilo y profesor de Morfosintaxis del Español en la UCAB.