Decir de la mejor manera lo que se quiere comunicar



¿Aún te quedan dudas?

La palabra aun en ciertas ocasiones lleva acento ortográfico y en otras no. Lo lleva cuando puede reemplazarse por todavía:

No he probado la torta de chocolate aún.

No se coloca acento cuando lleva implícito el significado de las palabras hasta, también, inclusive o siquiera (esta última con negación):

Aun los opositores al Gobierno quieren que Redrado se vaya del Banco Central.

Fueron todos al recital, aun aquellos que no tenían entrada.

No buscó incomodar a los visitantes, ni aun notó que lo hiciera.

Así, como así, no va


Los que expresan "como así" en vez de "así como" deberían saber que "como" puede llevar antepuesto el adverbio "así", pero no pospuesto.
En las oraciones en que "como" enlaza complementos circunstanciales: "...así por esto como por aquello", equivale a las combinaciones "no sólo", "sino también". De ahí el uso de "así como" juntando dos miembros de igual importancia -así Juan como Pedro-, al primero de los cuales se puede trasladar antes del adverbio "así" -Juan, así como Pedro-, pero dejando "como" donde estaba. Por lo tanto, diciendo "como así" vamos de contramano.

De: Secretos y sorpresas del idioma, Luis Canossa.

Uso de los signos de interrogación y exclamación

Hemos adoptado de lenguas foráneas la costumbre de utilizar sólo el signo de cierre en los enunciados interrogativos o exclamativos. Sin embargo, en el idioma español, estos signos deben colocarse tanto al comienzo como al final de la oración.
Veamos la norma de uso:

Luego de los signos de cierre de interrogación o de exclamación no se coloca punto. Estos signos indican el cierre de la enunciación:

¿Sabías que me voy a la costa? Este año elegimos la playa para descansar.

Los signos se colocan al comienzo de la pregunta o la exclamación, aunque no comience con esta la oración. En este caso se separa la pregunta del resto de la oración con una coma.

El viernes festejo mi cumpleaños, ¿vas a venir?

Cuando los vocativos ocupan la primera parte de un enunciado quedan fuera de la interrogación o la exclamación:

Mamá, ¿pensaste qué le vamos a regalar a la abuela?

En cambio si está colocado al final de la pregunta o la exclamación, el vocativo se incluye en ella:

¡Cuánto me alegra que hayas llegado a tiempo, Rolando!

Se usan para enmarcar interjecciones:

¡Ey! ¡Epa! ¡Oh!

Al escribir varias preguntas o exclamaciones breves de forma continuada, se puede optar por:

a) Considerarlas enunciados independientes con sus correspondientes signos de apertura y cierre, y comenzando cada una de ellos con mayúscula:

¿Cómo fue el viaje? ¿Estuvieron en Londres? ¿Visitaron el Palacio de Buckingham?

b) Considerarlas parte del mismo enunciado, en cuyo caso van separadas por comas y sólo se escribe con mayúscula la palabra inicial:

¡No puedo creer que no fueron!, ¡no me digas que se lo perdieron!

Los signos se pueden usar combinados para expresar duda o incertidumbre, y sorpresa a la vez. No obstante sobre este caso no hay unanimidad de criterios y se recomienda su utilización sólo en textos literarios ―donde es frecuente encontrar los signos multiplicados para dar énfasis a determinados enunciados― y debe evitarse en los textos periodísticos o administrativos.

¿Hay que entregar los papeles mañana?, ¡¿estás segura de que es mañana?!

Finalmente, en los únicos casos en que se utiliza sólo el signo de cierre es cuando se quiere indicar, ironía, sorpresa, desconocimiento o duda de algo que se está mencionando.

a) Encerrado entre paréntesis:

Aún teniendo tropas alrededor del mundo, Obama recibió el Premio Nobel de la Paz (!).

Es vicepresidente de la nación y opositor del gobierno al mismo tiempo (?).

Y sin paréntesis para indicar un dato que se desconoce, por ejemplo, una fecha de nacimiento:

?- 1801

Está para ponerse la tanga

Seguimos explorando vocablos de origen africano que se incorporaron al español del Río de la Plata. Al igual que mucama y tamango (buscar en la Nube de etiquetas), la palabra tanga proviene del kimbundu y en la actualidad en nuestro idioma se usa para denominar una vestimenta playera que en el siglo XVIII tenía un fin muy parecido al que tiene hoy: el de cubrir la pelvis de las mujeres.

tanga. Noticias provenientes del siglo XVIII hablan de telas de algodón llamadas ntangas, tejidas por los angoleños, como una posible herencia de los patrones culturales ambundus. También se utilizaron como moneda en las transacciones comerciales. Con estas telas se confeccionaban las prendas que llevaban la misma denominación de los tejidos, y que pasaron a nuestro idioma con el nombre del epígrafe. Las mujeres africanas las utilizaban para cubrirse la pelvis. El término ntanga, es kimbundu, significa “paño”, “tela”, “tejido”, etcétera.
Asimismo, tanga es la designación de un puerto situado en el territorio de Tanganica, enfrente de la isla Bemba, y es la estación terminal del ferrocarril de Moshi a Aruba, en el África central; así como el de una “nación” africana introducida en el Río de la Plata.
También constituye el nombre de uno de los tambores sagrados de la familia de los digomana, membranófonos pertenecientes a los vedus, pueblo que pertenece al grupo etnocultural bantú.
El trompetista afroestadounidense Dizzy Gillespie registró en discos fonográficos una página rotulada Tanga, en la que se vale de ritmos africanos y afroamericanos.

De: Ortiz Oderigo, Néstor; Diccionario de Africanismos en el Castellano del Río de la Plata; EDUNTREF; Buenos Aires; 2007.

No es lo mismo

El empleo de el mismo, la misma y sus respectivos plurales, como pronombre y como sustantivo, está tan extendido en los ámbitos administrativos, periodísticos o publicitarios, que da un poco de temor que su uso incorrecto se transforme en norma, sólo por la repetición misma (valga la redundancia).

Estos términos bien aplicados cumplen la función de adjetivos e indican identidad o igualdad, por ejemplo:

Pepe tiene la misma remera que tenía puesta ayer. (Mmmm… ¡qué olor!).

Rosa tiene la misma nariz que su padre.

También mismo y misma pueden ser utilizados para reforzar o enfatizar el significado de la palabra (sustantivo, pronombre o adverbio) que acompañan. Por ejemplo:

Hoy mismo dejo de fumar.

Pudo resolverlo ella misma.

Se ha generalizado el uso de estos adjetivos para hacer referencia a un elemento que dentro de la misma oración fue citado anteriormente ―es decir, reemplazándolo―. La Real Academia Española dice que este uso es “innecesario y desaconsejable” y que en reemplazo de la palabra que no se quiere repetir debería usarse un pronombre personal o posesivo o tal vez un demostrativo o… la mismísima nada.

Observemos que en el texto que adjuntamos (fragmento de una nota publicada en un periódico del ámbito de la medicina homeopática) no se entiende claramente a qué se refiere los mismos; digamos que quizás sea a “los síntomas” y, de ser así, la mejor opción hubiera sido colocar el pronombre estos.



Posiblemente este otro caso sea más claro; seguro que vieron esta leyenda en su barrio:

“Si en su cuadra ya hay contenedores coloque la basura dentro de los mismos”.

Quizás hubiera quedado mejor decir que se colocara la basura “dentro de ellos”, o “allí”, o “Si en su cuadra ya hay contenedores utilícelos para depositar sus residuos”, lo cual es bastante obvio. Aunque para los vecinos no lo siga siendo. Pero ese es otro tema.

Pongámosle un poco de color


Muchas veces hemos escuchado hablar del “colorado” ―sobre todo en el ambiente de la moda― como si fuese el nombre de un color. El término para distinguir el color que se encuentra en la frecuencia más baja de luz discernible por el ojo humano es el “rojo”.

El rojo es uno de los colores primarios, mientras que el colorado es una tonalidad que surge de este color. Así podemos incluir esta tonalidad en frases como: “Lo dijo sin ponerse colorado”.
Muchos ponen resistencia al nombre real de este vívido color debido a que históricamente se lo ha vinculado con movimientos revolucionarios o de izquierda e, inexplicablemente, este hecho parecería restringir su uso en determinados ámbitos sociales.
Podemos decir que el rojo es el símbolo de la pasión, y que mundialmente se aplica para indicar peligro, o para una emergencia: “código rojo”.
El color rojo del planeta Marte, relacionado con la sangre, favoreció que se lo considerara desde tiempos antiguos como un símbolo del dios de la guerra. En ocasiones se hace referencia a Marte como el Planeta Rojo.

Lo incorrecto

Al menos los e-books están a salvo

En el sur de Gales, en el Reino Unido, viven un crudo invierno con temperaturas bajo cero. En una organización de caridad, unos voluntarios descubrieron que la gente que no puede pagar el precio del carbón encontró una alternativa más barata: quemar libros.
“Es algo terrible ―contó un vendedor al diario británico Metro―, pero tenemos que sacarnos el stock de encima y los clientes dicen que los libros son ideales para la estufa porque se consumen lentamente. Muchos compran grandes volúmenes de tapa dura y les duran toda la noche en el fuego”.
Un libro que pesa medio kilo se vende por apenas cinco peniques, mientras que una bolsa de carbón de veinte kilos sale cinco libras (una libra son cien peniques). O sea: dos libras los veinte kilos de libros, menos de la mitad que el carbón.
Como siempre, la culpa es de la crisis, que hizo que calentar el hogar se volviera un lujo. Qué dirá Bradbury cuando se entere de que no hicieron falta los bomberos de Fahrenheit 451 para prenderles fuego a los libros, que alcanzó con colapsar la economía mundial y la gente por sí sola terminó encargándose de la tarea.

Fuente: Página/12, suplemento Radar número 699, Argentina, 10 de enero de 2010.

Siglas y acrónimos

La sigla es la unión de las letras iniciales de varias palabras que conforman el nombre de una institución o de un organismo. Algunas reglas que se deben tener en cuenta son:

• Se escriben siempre con mayúscula.
• No pueden dividirse al final de un renglón.
• No llevan punto final, tampoco entre letra y letra, y no debe dejarse espacio entre las letras.
• No tienen forma plural.
• El género de la sigla lo determina la primera palabra del grupo.
Por ejemplo: la CGT (la Confederación General del Trabajo).

Los acrónimos son términos que reproducen una o varias sílabas de las palabras que representan el nombre de un organismo o institución. Estos se escriben con minúscula salvo en su letra inicial.
Existen acrónimos que por su uso muy frecuente se han transformado en sustantivos comunes, en ese caso se escriben con minúscula.
Por ejemplo: láser, ovni o pyme.
Cuando son nombres propios y si tienen más de cuatro letras, sólo se escribe con mayúscula la letra inicial.
Por ejemplo: Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas).

No seamos tan posesivos

Es muy común escuchar frases como: “está cerca mío”, “la joven está detrás nuestro en la cola” o “lo tenés delante tuyo”, por citar algunos ejemplos.

Estos pronombres posesivos que marcamos en negrita (mío, tuyo, nuestro, suyo y vuestro) tienen la función de señalar algo que nos pertenece, y no pueden ir acompañados de un adverbio de lugar (cerca, detrás, delante, etc.). En lugar de los posesivos deberían utilizarse las formas personales (mí, ti-vos, él/ella, nosotros/as, vosotros/as-ustedes, ellos/ellas).

Por lo tanto, estas expresiones deberían formularse de la siguiente manera: “está cerca de ”, “la joven está detrás de nosotros en la cola” o “lo tenés delante de ti (o vos)”.

“Cuando rajés los tamangos buscando ese mango que te haga morfar...”

Esta frase muy conocida por aquellos que gustan del tango se puede encontrar en la composición “Yira, yira” de Enrique Santos Discépolo (1930). La palabra tamango fue incorporada al Diccionario Lunfardo de José Gobello (1975), pero su origen proviene de la lengua africana kimbundu.

Tal como encontramos el término mucama en el lenguaje africano (ver post: 19 de diciembre de 2009), la palabra tamango es un africanismo que se utilizaba en el castellano del Río de la Plata, con más frecuencia en los años 30-50. En la actualidad sólo se escucha en algunos tangos de la época.
En el Diccionario de Africanismos en el Castellano del Río de la Plata de Néstor Ortiz Odoriego se registra la siguiente definición:

tamango. El diccionario académico no presta mayor trascendencia al vocablo del epígrafe y en su explicación yerra una vez más. La palabra se refiere al trapo o cuero con que envolvían sus pies los negros esclavos, quienes, desde luego, carecían de zapatos o botas; en primer lugar, porque los amos no se los proporcionaban, como no le suministraban tantos otros elementos de primera necesidad, y, luego, porque, en África, tenían por costumbre andar descalzos. Merced a ese expediente los siervos podían desplazarse con mayor facilidad, en pisos que, seguramente, no estaban alfombrados. En contraposición de lo que han expresado diversos autores, proviene del idioma kimbundu tama-ngo, desde donde pasó con facilidad al portugués y al castellano. En distintas zonas del Congo y de Angola, donde se habla el lenguaje mencionado, hemos encontrado esta dicción, que luego amplió su significado para incluir los zapatos viejos, de mala confección o demasiado holgados para la persona que los usara. Hilario Ascasubi en su Aniceto el gallo, 1853, emplea la expresión que estudiamos.

Fuente: Ortiz Oderigo, Néstor; Diccionario de Africanismos en el Castellano del Río de la Plata, EDUNTREF, Buenos Aires, 2007.

El plural de cualquiera no es un plural cualquiera

El indefinido cualquiera, ya sea que funcione como adjetivo o como sustantivo, tiene singular y plural: cualquiera y cualesquiera, y sus apócopes cualquier y cualesquier (esta última forma no es frecuente). Se dice: cualquier hombre, un hombre cualquiera, cualquier cosa, una cosa cualquiera, cualesquiera hombres, otros hombres cualesquiera, cualesquiera cosas, dos cosas cualesquiera.

Dice el Diccionario panhispánico de dudas (DPD): “A menudo se utiliza erróneamente la forma del singular para el plural: *«No se debe, cualquiera que sean las circunstancias, admitir que se denigre el nivel del debate» (DYucatán [Méx.] 12.9.96). Aún más inadmisible resulta el empleo de la forma del plural para el singular: *«En nuestro país la tortura o cualesquiera otro acto vejatorio están prohibidos» (Dedom [R. Dom.] 19.12.96)”.
La norma no ha cambiado. Lo que ocurre es que el plural no es muy frecuente, pues muchas veces significa lo mismo que el singular, y esto hace que algunas personas no lo conozcan y no lo usen cuando corresponde.

Precedido siempre del indefinido un, una, cualquiera es un sustantivo que significa persona de poca importancia, indigna, despreciable (en femenino, referido habitualmente a la moral sexual de una mujer). En esta acepción, el plural es cualquieras: un cualquiera, una cualquiera, unos cualquieras, unas cualquieras.

Fuente: Columna de Lucila Castro, LA NACIÓN

Sino vs. Si no



Según la Real Academia Española (RAE), la palabra sino puede funcionar como un sustantivo masculino que significa: fatalidad, destino. También funciona como una conjunción adversativa que se utiliza en los siguientes casos:

Al contraponer un concepto afirmativo a otro negativo expresado anteriormente:
La clase no fue aburrida, sino entretenida.

A veces toma el valor de excepto:
Sabes que no quiero a nadie sino a ti.

En correlación con no solo, denota adición de otros miembros a la cláusula. Suele acompañarse con el adverbio también:
Le parecía que estaba enloqueciendo, no solo de miedo, sino también de aburrimiento.

Puede tener un valor cercano a más que, otra cosa que:
Su ex novia no quería sino volver a verlo.

En el caso que mostramos en la imagen (una publicidad de una revista de Cable) la conjunción adversativa sino está mal aplicada. Aquí debería haberse utilizado la conjunción condicional seguida de negación si no. De este modo la oración quedaría así: “Serían la pareja perfecta, si no fuera que no se pueden ni ver”. Vemos que se está expresando una condición por la que no pueden ser una pareja perfecta.
Como último, observemos que el segundo elemento ―la negación― debe ser tónico, a diferencia de la conjunción adversativa sino que siempre es átona.